Terapia de Conducta y Tratamientos Psicofarmacológicos.

Publicado: 17 Mayo de 2011

Voy a intentar explicar la relación que se da entre el tratamiento psicoterapéutico (en este caso de Orientación Cognitivo Conductual) y el tratamiento psicofarmacológico (la medicación).

Podemos afirmar que estos dos enfoques son, en la actualidad, los más potentes y cuentan con la mayor evidencia empírica; a pesar de ser el grado de acercamiento entre ellos escaso, a pesar de los muchos puntos en común (utilizan ambos el método científico, escalas de evaluación, etc.). La razones por las que hay poco acercamiento, son evidentes, el desarrollo de la Terapia de Conducta ha sido obra de los Psicólogos Clínicos, según el modelo conductual de la enfermedad; el Psicofarmacológico, de Psiquiatras apoyado en el modelo médico de la enfermedad. Esta situación es irracional porque los temas objeto de estudio son en muchas ocasiones comunes ( la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo, la hiperactividad, etc. ). Por otra parte, los procedimientos psicoterapéuticos actúan a través de los mismos mecanismos básicos que los psicofármacos, es decir, por medio de modificaciones en la neuroquímica cerebral.

Los Psicofármacos, pueden distribuirse, básicamente en los siguientes grupos:

a) Ansiolíticos y betabloqueantes: los primeros actúan sobre los síntomas de ansiedad y la tensión muscular y tienen efectos relajantes e inductores del sueño. Se utilizan en los estados de ansiedad. Los betabloqueantes actúan sobre los síntomas periféricos de la ansiedad.

b) Antidepresivos: se utilizan preferentemente en el tratamiento de la depresión, pero también para hacer frente al pánico, al trastorno obsesivo compulsivo, a la fobia social y a la bulimia.

c) Neurolépticos: están indicados, principalmente, para contrarrestar la sintomatología positiva de las esquizofrenias y de los trastornos psicóticos.

Esta clasificación es esquemática y con una finalidad meramente didáctica. Siempre será el médico quien prescribirá este tipo de tratamiento.

Concepto de Eficacia Terapéutica:

La reacción de un paciente a un tratamiento sea éste psicológico o psicofarmacológico, pasa por diversas fases.

o Respuesta: reducción de los síntomas presentados al inicio del tratamiento.

o Remisión: desaparición total de los síntomas, con un funcionamiento normal de la persona. Ya no se cumplen los criterios diagnósticos del cuadro clínico.

o Recuperación: remisión mantenida de los síntomas durante un período de 6 meses.

o Recaída: aparición de la sintomatología durante la remisión o durante la recuperación.

o Recurrencia: aparición de la sintomatología después de la recuperación (suele aparecer en enfermedades crónicas).

La interacción entre dos tratamientos no es lineal y puede tomar direcciones diversas:

o Sumación: cuando se suman aritméticamente.

o Potenciación: cuando tienen una acción sinérgica superior a la de la simple adición.

o Inhibición: cuando la administración de los dos tratamientos conjuntamente debilita la acción de uno de ellos o entre ambos interfiere en el resultado final.

o No interacción.

Los psicofármacos y, en general, el modelo médico de enfermedad mental ha sido objeto de muchas críticas por parte de la terapia de conducta. En concreto, la negativa de algunas personas a los tratamientos con fármacos, los abandonos frecuentes de los fármacos por los efectos adversos, por la dificultades de concentración creadas por el consumo de ansiolíticos, los recaídas frecuentes tras el abandono de la medicación, la dependencia física y psicológica suscitada por el consumos regular de benzodiacepinas, etc.

Las terapias psicológicas no están exentas de una mala utilización y de consecuencias indeseadas. Por parte del cliente: incumplimiento de las prescripciones terapéuticas, dependencia psicológica del problema. Por parte del Terapeuta: ejecución muy variable de las técnicas terapéuticas. Atribución errónea de los problemas del cliente.

Requisitos de un buen tratamiento:

I. Sólo deben combinarse dos tratamientos cuando unos se hay demostrado insuficiente.

II. Sólo deben combinarse dos tratamientos desde el inicio de la terapia, si tal decisión está fundamentada en la investigación previa.

III. El plazo de 6 semanas de espera para la verificación del efecto de los antidepresivos es también válido para la actuación de la terapia de conducta.

IV. Si después de un plazo no hay mejoría, debe cambiarse del tratamiento o combinarlo con otro.

V. El cliente debe ser copartícipe de la toma de decisiones.

VI. Si se va a triangular la intervención –dos terapeutas distintos para cada uno d los tratamientos-, debe comentarse el caso con el segundo terapeuta.

En general los psicofármacos están indicados en primer lugar cuando los síntomas se manifiestan de forma aguda y con gravedad, el funcionamiento global de la vida cotidiana está muy afectado, hay una limitación de recursos psicológicos o económicos o se produce una solicitud específica de fármacos por parte del propio cliente.

Por el contrario, la terapia de conducta puede ser la primera línea de elección terapéutica cuando el paciente presenta síntomas no muy graves, la adaptación global de la vida cotidiana no está excesivamente afectada y se mantiene cierto grado de relación interpersonal y de apoyo social y el cliente solicita activamente una terapia psicológica.

Resumen obtenido de Terapia de Conducta y tratamientos psicofarmacológicos. Enrique Echeburúa, Paz de Corral Gargallo y Karmele Salaberría Irízar. Unervesidad del País Vasco.

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